RETROTRACCIÓN II
Un papel en blanco reposaba sobre la superficie de mi escritorio de madera. Tenía un lápiz en mis manos y esperaba poder escribirle algo. Pensé durante horas todo lo que tenía que decirle a esa mujer para que entendiera cuánto la amaba. La luz de la tarde se filtraba por la persiana y trazaba el camino exacto donde debían dirigirse mis palabras. Juro que tenía miles de cosas por decir y odiaba tener que guardarlas dentro. Mi apatía no me habría permitido hacerlo, aún teniendo la oportunidad en frente.
Esa hoja blanca me incitaba a hacer eso que jamás debí, ni siquiera, haber pensado. Hacía más de un mes que ella había partido. Quería escribirle una carta, pero no podía. Ese papel, casto y puro, no era mío, era de ella; todo lo que había querido decirme desde que se fue…
David Escandón V.
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