lunes, noviembre 14, 2005

DIARIO DE UN VIAJE (ESTÁTICO)

Día 1:

Es un día de inusual matiz. Esta mañana el Sol iluminaba de otro color, y el aire tenía un extraño aroma que hace rato no emitía. Me miré en el espejo, y vi que no me veía... es decir, noté que mi carne era simple translucidez bajo la luz de la lámpara. Tomé mis temores y los puse dentro de mi bolsillo, y me decidí a afrontar la rutina con pies firmes. Anoche mientras dormía comencé a desdoblarme. El cordón de plata se alargaba a medida que mi alma se distanciaba (había emprendido un largo viaje al lugar donde habitan las ánimas), y mi cuerpo, bajo el inerte proceder de la rutina, sólo podía sumirse en la extrañeza. Desperté; hoy debía afrontarlo, estaba sumergido en la espiral de los interrogantes. Un poco más solo que de costumbre, salí de mi casa, tomé a mi amigo de felpa (de quien esperaba, pudiese llenar una parte del vacío), subí a mi medio de transporte y, aún en marcha, el constante movimiento del cordón (que no dejaba de unirme a mi alma) comenzó a marearme. Supe entonces que se alejaba más y más, con cada segundo que pasaba. Sin embargo, la vida volvió a mi cuerpo; mientras existiera el infinito cordón de plata nada tenía que temer. La tristeza es tan efímera como la alegría misma. Además me acompañaba un diminuto mono de peluche quien no me soltaría hasta que pudiera reencontrarme con mi alma. Y aunque el color del día no cambió, la expresión de mi rostro sí lo hizo. No hay nada como estar enamorado...